Reflexiones: Cuando no puedo lograrlo, cuando mis fuerzas no bastan...

Reflexiones: Cuando no puedo lograrlo, cuando mis fuerzas no bastan...

A veces sentimos que no podemos lograrlo, que no tenemos las fuerzas necesarias.
Estás cansado de luchar y no ganar. Estás cansado de fallar.
¿A quién no le ha pasado? Puedo decir al menos, sin miedo a equivocarme, que la mayoría de las personas sienten esto alguna vez.
Me ha pasado, sin lugar a dudas. Hasta el día de hoy hay muchas cosas con las que tengo que luchar.

¿Tu humor no es bueno? ¿Tienes mala predisposición para ciertas cuestiones de la vida? ¿No puedes dar lo mejor de ti en la escuela o el trabajo? ¿Crees que tu actitud muchas veces es inadecuada? ¿Cometes el mismo error una y otra vez y aunque te dices que te esforzarás y ya no lo harás más, vuelves nuevamente a cometerlo? ¿Sientes que hay algo que quieres detener pero no puedes parar?

Personalmente, he pasado tiempo luchando de la forma incorrecta. He pasado tiempo diciéndome "esta vez lo haré de verdad, no volverá a pasar" para seguidamente pensar muy dentro de mí "espero lograrlo, aunque ciertamente a veces es muy difícil". Como si internamente estuviera dando lugar a que algo externo a mí, a que algo que no sea "yo", obtenga el control de mi dominio propio ante ciertas situaciones. Y eso es absurdo.

"Porque no nos ha dado Dios espíritu de cobardía, sino de poder, de amor y de dominio propio."
(2 Timoteo 1:7)

Cuando estamos encerrados en ese bucle infinito, a veces no podemos ver lo "fácil" o "sencillo" que es salir.
En su libro "Declaro la Guerra", Levi Lusko menciona que muchas hay cosas fáciles y que allí también radica su dificultad. Hacerlo es fácil. Y por esto mismo, así como es fácil hacerlo, es fácil no hacerlo. Es tan sencillo que la cotidianidad y el ruido del día a día puede evitar que lo hagamos. Puede "fácilmente" pasar desapercibido.

Siempre he batallado con mis pensamientos, como todos. Y con ciertas cuestiones de mi carácter, ciertas áreas, que he querido trasformar. Porque sé que sería para mejor.
Cada que afrontamos el reto de cambiar ciertos aspectos de nuestras vidas a las que queremos renunciar, se vuelve como navegar en aguas misteriosas. Sean pensamientos, actitudes, vocabulario, predisposición, o lo que fuere.
Pareciera que casi logras cruzarlas y asomarte al puerto pero de pronto, te ves inmerso en una tormenta, que te aleja del puerto y te impide ver con claridad. Sientes que te ahogas en un vaso de agua, mientras que otros surfean las olas. Y muchas veces, duele.
Pero no debemos olvidar que cada uno de nosotros tiene dones distintos, diferentes cualidades. Cada uno tiene sus propias luchas. Y tenemos un Dios que conoce todos los misterios del mundo, porque fueron creados por Él. No hay nada que Él no sepa.
Si estás pasando una lucha, si te encuentras batallando contra cosas que no quieres en tu vida, cosas que no vienen de Dios y que sabes que Él no quiere para ti, sea cual fuera tu lucha, déjame decirte algo. Dios es un Dios de victoria.
Como dice la canción "Él siempre reina, Él siempre gana. Él ganará y conquistará todas mis batallas. Y aunque no crea, Él no me falla, Él sanará y aumentará la Fe en mi alma (...). No me rendí, me tomé de Ti y ahí entendí que sólo en ti puedo vencer".
Dios escucha nuestras oraciones. No me refiero a esas oraciones en las que no hablamos con él, sino que repetimos o decimos palabras sin pensar realmente en su significado y en el valor de cada una de ellas. Me refiero a que escucha nuestras oraciones sinceras. Especialmente ésas que son charlas de corazón a corazón con él. Ésas en las que no ocultamos nada, sino que nos derramamos íntegramente en su presencia, para que Él se manifieste. Como Padre, Él quiere que le pidamos ayuda. Quiere que le permitamos cuidarnos y darnos las fuerzas que a veces nos faltan.
Suelo tener mis momentos de oración en la noche, antes de acostarme, en donde todos están acostados y el silencio lo cubre todo. A veces, el cansancio quiere ganarme. A veces quiero terminar rápido para poder dormir. Pero siempre que comienzo a orar, a hablar con Dios, todo eso se evapora.
A medida que realmente entendemos la importancia y la profundidad de la oración, todo nuestro mundo cambia.
Esas cosas que por años hemos intentado cambiar, se vuelven más sencillas. Un "Dios sin ti no puedo, porque mi carne es débil, porque una parte de mi quiere fallarte pero yo no quiero eso para mi, porque Tú no me creaste para eso, fui creada por Ti y para Ti, sé que no hay vida lejos de Ti, eres quien le da propósito a mi vida, no quiero una eternidad lejos de Ti, quiero ser feliz contigo. Hazte fuerte en mis debilidades. Sé mi fuerza. Sé más fuerte que yo, como fuiste más fuerte que Jeremías.".
Muchas veces cuando estamos por fallar, no queremos pensar. Tratamos de no hacerlo, porque pensar implicaría notar que nos estamos equivocando, saber que estamos cediendo. Para poder cambiar ciertas cosas, debemos empezar por cambiar algunas otras más pequeñas, pero que causarán un gran impacto.
Cuando no puedo lograrlo, cuando mis fuerzas no bastan... Oro.
Cuando siento que quiero fallar, oro. Pero cada día, en mi momento de oración, le pido a Dios que se haga fuerte en mis debilidades y que se glorifique a través de ellas. Le pido que no me permita engañarme o mentirme a mí misma. Que no me permita no pensar con claridad. Y que me ayude a rendirme en oración.
Cuando oro, recibo paz. Una paz distinta. De golpe, soy inmune al mundo y al ruido diario.
Lo que nos ayuda a vencer no es algo mágico o místico. Es Dios en nosotros. La oración es una valiosa arma para luchar contra los impulsos de la carne. Jesús nos muestra su importancia y valor, al estar cercano a su crucifixión, en donde clama a Dios Padre en el Getsemaní diciendo "Padre mío, si es posible, pase de mí esta copa; pero no sea como yo quiero, sino como tú."
Al hacer nuestra parte, tenemos por seguro que Dios hará la suya, y obtendremos la victoria. Sin importas las circunstancias, sabremos que Dios está obrando a nuestro favor, que obtendremos la victoria al final del camino.


"Pedid, y se os dará; buscad, y hallaréis; llamad, y se os abrirá. 
Porque todo aquel que pide, recibe; y el que busca, halla; y al que llama, se le abrirá."
(Mateo 7:7-8)

"Y me buscaréis y me hallaréis, porque me buscaréis de todo vuestro corazón."
(Jeremías 29:13)

"Y todo lo que pidiereis en oración, creyendo, lo recibiréis."
(Mateo 21:22).

"Por nada estéis afanosos, sino sean conocidas vuestras peticiones delante de Dios en toda oración y ruego, con acción de gracias."
(Filipenses 4:6)

"Echa sobre Jehová tu carga, y él te sustentará; No dejará para siempre caído al justo."
(Salmos 55:22)

"El les dijo: Lo que es imposible para los hombres, es posible para Dios."
(Lucas 18:27)

¿Quieres obtener la victoria sobre esa batalla que llevas tiempo librando? Entonces, ora. Cuando sientas que estas por fallar, ora y dile a Dios exactamente cómo te sientes en ese momento. No omitas nada, dile todo lo que sientas, y pídele que cambie lo que no venga de Él, lo que no sea de Su agrado. Pídele que se haga fuerte en tus debilidades, que sea más fuerte que tú en esos momentos y que se haga Su voluntad.
Ten por seguro que si se lo pides de corazón, sinceramente, con el deseo de entregarte a Él sin importar qué, sabiendo que lo que deseas es una vida repleta de su Presencia, Él responderá. Él va a obrar.
Ora. Porque las mejores batallas, las más difíciles, se ganan orando. De rodillas frente a Dios y de pie frente al mundo.

Comentarios

Entradas populares