Extracto 3: Devocional "El árbol de manzanas" (Lourdes Villarroel)
Devocional: El árbol de manzanas (Lourdes Villarroel)
Hace mucho tiempo existía un enorme árbol de manzanas. Un pequeño niño lo amaba mucho y todos los días jugaba alrededor de él, trepaba al árbol, hasta el tope. Comía sus manzanas, y tomaba una siesta bajo su sombra. Él amaba al árbol y el árbol amaba al niño.
Pasó el tiempo y el pequeño niño creció, y nunca más volvió a jugar alrededor del enorme árbol.
Un día, el muchacho regresó al árbol y escuchó que el árbol le dijo triste:
- ¿Vienes a jugar conmigo?
Pero el muchacho contestó:
- Ya no soy aquel niño que jugaba alrededor de enormes árboles, lo que ahora quiero son juguetes, y necesito dinero para comprarlos.
- Lo siento -dijo él árbol- no tengo dinero... pero te sugiero que tomes todas mis manzanas y las vendas, de esta manera tu obtendrás el dinero para tus juguetes.
El muchacho se sintió muy feliz, tomó todas las manzanas y obtuvo el dinero y el árbol volvió a ser feliz. Pero el muchacho nunca volvió después de obtener el dinero y el árbol volvió a estar triste.
Tiempo después, el muchacho regresó y el árbol se puso feliz y le preguntó:
- ¿Vienes a jugar conmigo?
- No tengo tiempo para jugar, debo trabajar para mi familia, necesito una casa para compartir con mi esposa e hijos, ¿puedes ayudarme?
- Lo siento, no tengo una casa, pero... tu puedes cortar mis ramas y construir tu casa.
El joven cortó todas las ramas del árbol y esto hizo feliz nuevamente al árbol. Pero el joven nunca más volvió desde esa vez y el árbol volvió a estar triste y solitario.
Cierto día de un cálido verano, el hombre regresó y el árbol estaba encantado.
- ¿Vienes a jugar conmigo?
Volvió a preguntar el árbol, y el hombre contestó:
- Estoy triste y volviéndome viejo, quiero un bote para navegar y descansar. ¿Puedes darme uno?
El árbol contestó:
- Usa mi tronco para que puedas construir uno y así puedas navegar y ser feliz.
El hombre cortó el tronco, construyó su bote, y luego se fue a navegar por un largo tiempo.
Finalmente regresó después de muchos años y el árbol le dijo:
- Lo siento mucho, pero ya no tengo nada que darte ni siquiera manzanas.
El hombre replicó:
- No tengo dientes para morder, ni fuerza para escalar; ya estoy viejo.
Entonces el árbol con lágrimas en sus ojos le dijo:
- Realmente no puedo darte nada... la única cosa que me queda son mis raíces muertas.
Y el hombre contestó:
- Yo no necesito mucho ahora, solo un lugar para descansar. Estoy tan cansado después de tantos años.
- Bueno... las viejas raíces de un árbol, son el mejor lugar para recostarse y descansar. ¡¡Ven!! Siéntate conmigo y descansa.
El hombre se sentó junto al árbol y éste, feliz y contento, sonrió con lágrimas…
Esta es la historia de cada uno de nosotros. El árbol es Dios. Cuando somos niños, lo amamos y jugamos con Papá Dios... Pero al crecer en muchos casos, decidimos dejarlo.
Estamos tan ocupados en nuestras cosas que solo regresamos a Él cuando lo necesitamos o estamos en problemas. Lo utilizamos como un Dios bombero y cuando estamos bien ni lo buscamos.
Si te sientes identificado con esta actitud, debes saber que Dios siempre estará allí para recibirte con los brazos abiertos esperando a que puedas correr a sus brazos y darte todo su amor y hacerte feliz. Tú puedes pensar que el muchacho es cruel contra el árbol, pero llamativamente es así como nosotros tratamos a nuestro creador.
Ya no esperes más y corre a los brazos de Dios, no importa lo que hayas hecho, Él siempre estará dispuesto a recibirte y darte todo su amor.
“Con amor eterno te he amado; por tanto, te prolongué mi misericordia”.
Jeremías 31:3
Lourdes Villarroel

Comentarios
Publicar un comentario